Caídos del Cielo

 CUATRO AFORTUNADOS

 Lanzarse al vacío desde miles de metros sin paracaídas y sobrevivir al impacto no puede ser muy frecuente, aunque hay al menos cuatro casos documentados de otros tantos aviadores de la Segunda Guerra Mundial que lograron superar un hecho de este tipo, así que no estaría de más recordarlos en este Blog.
  
 Quiero comentar que en la red hay multitud de "rankings" de caídas de alturas diferentes en los que suelen aparecer al menos tres de estos personajes, y la altura desde la que se les supone que cayeron al vacío puede variar de unas a otras. Particularmente creo que es superfluo. Sencillamente, caer desde unos cuantos cientos de metros más ó menos cuando hablamos de cifras de miles de metros apenas tiene sentido. Veamos a los cuatro afortunados, por orden cronológico de sus "eventos".

OGWYN F. GEORGE, 9 de abril de 1940

 Este mismo día los alemanes lanzaron la Operación Weserübung, enviando tropas por mar y aire para conquistar Dinamarca y Noruega. Por la tarde de ese día, uno de los varios aviones de reconocimiento que lanzaron los británicos fue el Short Sunderland Mk I L2167 D-AH del No. 210 Sqn de la RAF. Este Sunderland (que era el décimo ejemplar de la cadena de montaje) despegó desde Invergordon hacia el mediodía, y a las 17:30 horas estaba fotografiando el puerto de Oslo, siendo alcanzado levemente por el fuego antiaéreo mientras giraba hacia el oeste para regresar.
 Pero del recién ocupado (hacía escasas horas) aeródromo de Fornebu habían despegado dos Messerschmitt Bf 110C del I./ZG 76, uno pilotado por el Staffelkapitän Werner Hansen y el otro por el, por entonces, Leutnant Helmut Lent, que interceptaron al hidro a la altura de Sollihogda. La pelea continuó sobre el Holsfjorden hasta que los disparos de cañón de los Bf 110 lo hicieron estallar en llamas sobre Hornsetra, estrellándose los restos del aparato en Finnemarka alrededor de las 19:00 horas.

 El hidro había explotado a unos 1.000 metros de altura, y la explosión hizo que el operador de radio, el Sargento Ogwin F. George, un galés de 21 años, saliese despedido del aparato, sin paracaídas. Increíblemente, cayó sobre unos árboles y en una zona de nieve muy densa, logrando sobrevivir. Sus otros nueve compañeros fallecieron en el ataque.
 Ogwin George fue encontrado y rescatado por el trabajador forestal noruego Johan T. Brathen varias horas después con graves quemaduras, temporalmente cegado y con síntomas de congelación, así como con fuertes contusiones y laceraciones... pero vivo tras caer de 1.000 metros de altura.

 Como en casi todos estos relatos, los detalles difieren un poco según las fuentes, pero al parecer Ogwin se recuperó en principio en el hospital de Drammen durante cinco meses para pasar posteriormente a ser Prisionero de Guerra, pasando por varios Stalag hasta el final de la Guerra, aunque también se dice que volvió a Gran Bretaña antes del fin del conflicto en un intercambio de prisioneros. Sea como fuere, sobrevivió a la Guerra y nada menos que 32 años después se reunió con su rescatador, el noruego Brathen, en un programa de televisión del periodista noruego Erik Bye.

 Es muy probable que el Short Sunderland de esta historia fuese el primer aparato de la RAF derribado sobre suelo Noruego, y por tanto Ogwin George el primer aviador de la RAF capturado en ese Teatro de Operaciones. También hay que mencionar que el crédito del derribo se le concedió al Oberleutnant Werner Hansen, aunque casi con seguridad fue compartido con el futuro Experten con 110 derribos Helmut Lent.

En la parte izquierda podemos ver el Short Sunderland Mk I L2167, décimo ejemplar de la serie Mk I, posiblemente en Pembroke, en una imagen de antes de la Guerra. A la derecha, un monolito instalado en 1990 con una placa inscrita conmemora el lugar de los restos del aparato, aún esparcidos por la zona, cercano a a la población de Sylling, en Finnemarka, Noruega, donde fallecieron los otros nueve miembros de la tripulación.



IVAN MIKHAILOVICH CHISOV, 25 de enero de 1942.

 Ivan Chisov era Teniente y navegante en enero de 1942 cuando en una de sus misiones volando en un Ilyushin Il-4 fue atacado por cazas de la Luftwaffe. (Particularmente pienso que debía de ser un DB-3F redesignado Il-4 posteriormente) Al parecer el aparato resultó tan dañado que los tripulantes decidieron saltar en paracaídas. Se dice que Chisov saltó desde unos 6.700 metros, aunque el relato de uno de sus compañeros, el futuro General de las Fuerzas Aéreas Nikolai Zhugan, que también viajaba en el aparato, dice que saltó desde unos 7.000 metros, por lo que muchos consideran que Chisov es el poseedor del "record" de este tipo de eventos. El propio Zhugan relata que él saltó del avión a unos 5.000 metros de altura. 

 Aparte de para figurar más o menos alto en las estadísticas, creo que esa diferencia de unos 300 metros importa poco. Lo que sucedió según parece ser es que Chisov, que llevaba paracaídas, decidió no abrirlo tan pronto como saltó temiendo ser atacado por los cazas alemanes durante el largo descenso que se le avecinaba. Pero posiblemente debido a la escasez de oxígeno a esa altura, Chisov perdió el conocimiento y cayó inconsciente sin poder accionar la anilla del paracaídas.

 A una velocidad de caída de entre 190-240 km/h el Teniente cayó en la ladera de un barranco nevado, y entre la vegetación, la pendiente y la gran cantidad de nieve amortiguaron el impacto. Aunque no he podido averiguar el sitio exacto (ni aproximado) debió de suceder por la zona central del Frente, por entre Smolensk y Vyazma, ya que al parecer la caída fue observada desde tierra por miembros del  Cuerpo de Caballería de la Guardia del General Pavel Belov. Algunos soldados cercanos se acercaron a la zona donde habían visto caer a Chisov, llevándose la increíble sorpresa de encontrarlo aún con vida, y con su paracaídas sin abrir.

 Por supuesto no estaba, ni mucho menos, ileso, ya que tenía rota la pelvis y la columna, aparte de otros muchos daños menores, y aunque fue operado de urgencia, su estado fue crítico durante al menos un mes. Pero tres meses después estaba tan recuperado que volvió a solicitar su entrada en el servicio activo, algo nada despreciable tras haber caído desde más de seis kilómetros de altura.... Sin embargo le fue denegado, pero atendiendo a sus más de 70 misiones de combate voladas y a su interés por volver, se le concedió el que pasase a ser instructor de vuelo para navegantes, por lo que pudo seguir volando. Falleció en Moscú en 1986 a la edad de 70 años.

Una bonita imagen de un Ilyushin Il-4, similar al de esta historia.



ALAN EUGENE MAGEE, 3 de enero de 1943

 A principios de 1943 el VIII Mando de bombardeo de la 8ª Fuerza Aérea de los Estados Unidos todavía estaba intentando ser una fuerza lo bastante potente como para adentrarse en el corazón de Alemania. Precisamente a finales de ese mes, el día 27, se realizó ese primer ataque sobre suelo alemán, concretamente sobre sobre Whilhemshaven, tras descartar Bremen por estar cubierto de nubes. Pero antes de eso, el objetivo principal habían sido las instalaciones de submarinos de la Costa Atlántica Francesa, y entre ellas una de las principales era la de Saint-Nazaire.

 El Domingo 3 de enero de 1943 un total de 72 Boeing B-17 de los Groups 91, 303, 305 y 306, más otros 13 Consolidated B-24 del Group 44 fueron hasta la ciudad francesa para bombardear los depósitos de torpedos de los U-Boot. Podía tratarse de una de tantas misiones sobre las bases de submarinos, pero esta en concreto tuvo un par de hechos destacados: el primero es que el 305th BG, que esos momentos estaba bajo el mando del por entonces Coronel Curtiss LeMay, adoptó por primera vez en esa misión la estructura de "caja escalonada", defendida por el propio LeMay y que poco después se utilizó de forma estándar por todo el VIII Mando de Bombardeo. 
 El otro hecho es el que nos ocupa: el del artillero de la torreta esférica ventral Sargento Alan Eugene Magee, que era tripulante del Boeing B-17F-27-BO Flying Fortress 41-24620 del 360ºBS, 303th BG, apodado ¡Snap! Crakle! Pop!

 Alan Magee estaba a punto de cumplir los 24 años y se encontraba en su séptima misión. Sobre la ciudad de Saint-Nazaire su B-17 fue alcanzado por las baterías antiaéreas (el relato de los hechos varía según la fuente de aquí al final, pero en el fondo es bastante similar) y al parecer su torreta esférica resultó dañada, por lo que Magee tuvo que abandonarla. Al salir se percató que su paracaídas, que estaba fuera de la torreta porque en ella no cabía, tenía un agujero de metralla, por lo que era inservible. Según parece intentó llegar a la zona de la radio para, quizá, intentar un salto en compañía del operador de radio, pero una vez más el avión fue alcanzado, bien por cazas o de nuevo por la flak, perdiendo parte del ala de estribor y haciendo que el aparato girase incontroladamente. En este punto Magee parece ser que fue despedido del avión por alguno de los huecos, o que el propio aparato se partió en trozos. Incluso se dice que sus compañeros lo arrojaron al vacío porque estaba inconsciente. El caso es que Magee se encontró en el vacío, inconsciente, cayendo desde unos 6.700 metros y recuperando la conciencia al descender y aumentar el nivel de oxígeno. Viéndose caer al vacío, el propio Magee relató que se encomendó a Dios. Luego nada más, hasta que horas después se despertó en un puesto de primeros auxilios. 

 Magee había hecho una "entrada triunfal" en la ciudad, nada menos que atravesando el techo de cristal de la zona central de la Estación de Tren de Saint-Nazaire. Quizá el techo de cristal amortiguó la caída. o más bien la estructura metálica que lo soportaba. Incluso se ha dicho que la onda expansiva de una bomba que cayó muy cerca le frenó lo suficiente (asunto este que probaron el inigualable equipo del programa de TV Mythbuster en su cuarta temporada, allá por el 2006) El caso es que Magee no estaba ni mucho menos ileso: uno de sus brazos estaba casi amputado, se había roto o tenía muy dañados los tobillos y las rodillas, otros varios huesos rotos por el cuerpo, la nariz casi arrancada y unos de los ojos casi fuera de su órbita. Internamente tenía daños pulmonares y renales, y se le contaron hasta 28 laceraciones producidas por las esquirlas, muchas de ellas de la metralla de la flak. Realmente estaba vivo de milagro. Pero estaba vivo, para sorpresa de los soldados alemanes que lo rescataron y lo atendieron. Estuvo ingresado en varios hospitales donde poco a poco se recuperó de las heridas, conservando incluso el brazo que casi tenía arrancado, y finalmente siendo trasladado al campo de prisioneros Stalag 17B de Gneixendorf, en Austria, donde permaneció hasta ser liberado en mayo de 1945.

  En 1993, durante el 50 aniversario del ataque, la ciudad de Saint-Nazaire erigió un monumento en memoria de él y de sus compañeros de vuelo, dos de cuales consiguieron lanzarse en paracaídas y salvarse, mientras que los otros siete fallecieron. y el propio Magee lo visitó en septiembre de 1995, recibiendo varios homenajes de las autoridades de la ciudad. Alan Magee falleció en el año 2003 a los 84 años de edad.

A la izquierda vemos a Alan Magee en su pequeña torreta esférica ventral. Se buscaba a los artilleros de poca estatura para ocuparlas, y aún así estaban muy apretados en ella, por lo que llevar el paracaídas encima era imposible. A la derecha, parte del morro del B-17 de Magee, con su "nose art" de !Snap¡ Crakle! Pop!. Esta parte del fuselaje fue recortada de los restos del aparato caído por los alemanes como "trofeo de guerra", y al parecer estuvo decorando una casa junto al mar en Saint-Nazaire ocupada por los alemanes, hasta que tras el desembarco de Normandía la arrojaron al mar en su huida. Fue recuperada y restaurada en 1989. Si, los personajes son los de los famosos cereales.



NICHOLAS ALKEMADE, 25 de marzo de 1944

 Si las tres historias anteriores son casi increíbles, la del Sargento Alkemade de la RAF es difícil de calificar, y ahora veremos el porqué.

 Nicholas Stephen Alkemade tenía 22 años cuando la noche del 24 al 25 de marzo de 1944 volaba en su posición habitual de artillero de cola del Avro Lancaster B Mk.II "Werewolf" DS664 A4-K del No. 115º Sqn de la RAF. Esa noche el objetivo era Berlín, en una de las misiones de la infausta campaña de casi cinco meses del Bomberd Command de la RAF y que acabaría llamándose "La Batalla de Berlín". En el viaje de regreso, al oeste de la ciudad de Schmallenberg su aparato fue localizado poco después de la medianoche por un caza nocturno de la 1.NJG 2, en concreto por un Junkers Ju 88 pilotado por el por entonces Oberleutnant Heinz Rökker, un Experten que acabaría la Guerra con 64 reclamaciones de derribos.
 El caza alemán atacó desde abajo y alcanzó gravemente al Lancaster, destrozando el ala de estribor e incendiando el fuselaje. Alkemade salió de su torreta, ya que estaba expuesto al gélido aire al haber perdido el plexiglás, pero al abrir la compuerta para entrar en el fuselaje las llamas lo estaban devorando... junto con su paracaídas, que se encontraba en su caja fuera de la torreta, ya que allí no había sitio. Aunque se giró y cerró las compuertas rápidamente, el fuego se extendía por el líquido hidráulico y la torreta comenzó a arder, así como su máscara de oxígeno que se derretía en su cara, por lo que tuvo que arrancársela. Su traje de vuelo y sus guantes también estaban en llamas. En segundos se dio cuenta de que iba a morir abrasado, y de todas formas el avión ya estaba cayendo sin control. Alkemade decidió acabar con todo lo más rápido posible: giró la torreta, dejando expuesta la compuerta trasera al vacío, y se dejó caer desde unos 6.000 metros de altura. El propio artillero relató más tarde que apenas tenía sensación de estar cayendo, y que le llamó la atención el gran silencio a su alrededor, sólo roto por el rugido lejano de los motores de algunos aviones. Recordaba que sentía sensación de culpa por no poder volver a casa, pero nada de ver desfilar su vida en segundos. En algún momento de la caída, perdió el conocimiento.

 Tras unos seis kilómetros de caída libre, el artillero cayó sobre las ramas nevadas de unos abetos y sobre el suelo cubierto de una gruesa capa de nieve. Unas tres horas  después se despertaba, y seguramente para su enorme sorpresa, podía mover piernas y brazos casi con normalidad: la lesión más grave que tenía era un esguince en el tobillo!!! Aparte de esto, tenía algunos cortes y quemaduras, pero eran lesiones provocadas en el avión, no en la caída. Curiosamente le faltaban las botas, quizá arrancadas por las ramas de los árboles.
 Pero se encontraba aislado, aturdido y el esguince no le permitía andar bien. Entre la nieve y en las bajas temperaturas de la noche tenía pocas posibilidades de supervivencia, así que se encendió un cigarro y comenzó a hacer sonar su silbato, consciente de que su mejor opción en esos momentos era ser capturado, ya que además no podía saber si tenía lesiones internas.

 Fue capturado poco después por un grupo de civiles, que lo trasladaron a una enfermería local y, tras ser atendido, lo llevaron al Hospital de Meschede, donde le terminaron de curar las heridas producidas por los trozos de plexiglás que aún tenía incrustados y le sanearon las quemaduras. Al día siguiente fue cuando empezaron otros problemas para él, porque viendo su estado, los alemanes eran escépticos sobre su relato de haber caído desde 6.000 metros sin paracaídas y estar casi ileso. Y realmente no era para menos. Al parecer fue trasladado tres semanas después al Dulag Luft  de Oberursel para ser interrogado por la Gestapo, que en principio pensaba que era un espía, pero tras encontrarse los restos del avión su historia, con los nombres de sus compañeros de tripulación y el tipo y número de serie del avión, así como el hallazgo entre los restos de su paracaídas quemado, le dieron credibilidad, tanta, que incluso los alemanes le extendieron un certificado de su historia.

 Ya en el campo de prisioneros, Alkemade se convirtió en una pequeña celebridad entre los demás aviadores capturados, incluso entre sus captores, y muchos pedían hacerse fotos con él. Tiempo después fue enviado al famoso Stalag Luft III en Polonia (donde se dice que coincidió con otro "caído del cielo", el Sargento Ogwin George, que hemos visto antes). Allí una vez más fue tratado como una celebridad, al menos al principio. Finalmente pasó el resto de la Guerra allí, y luego tuvo que unirse a sus compañeros en la "larga marcha" al oeste cuando fueron abandonados por los alemanes en fuga, pero se las apañó para ser finalmente liberado.

 El resto de sus compañeros del Werewolf tuvieron diferente fortuna: el piloto, James A .Newman, el ingeniero de vuelo, el bombardero y el artillero de la torreta superior fallecieron, mientras que el navegador y el operador de radio consiguieron lanzarse en paracaídas y pasar la Guerra como prisioneros. Por su parte, Alkemade volvió a la vida civil trabajando en la industria química, pero tras varios accidentes peligrosos, de los que salió (una vez más) no muy mal parado, decidió pasarse a algo más "tranquilo" y trabajó de vendedor de muebles. Vivió hasta junio de 1987.

Alkemade se convirtió en un personaje popular entre los prisioneros, no era para menos. A la izquierda vemos un dibujo de él realizado en el Stalag Luft III por un compañero, el Teniente Bennett Ley Kenyon. A la derecha vemos la torreta de cola Nash & Thompson FN-20, similar a la utilizada por Alkemade, aunque puede que su avión montase la FN-120, básicamente idéntica pero con menos partes de plexiglás. Aunque no era tan claustrofóbica como la esférica ventral de los B-17, tampoco había sitio en ella para el paracaídas, aunque al menos el tripulante podía llevar un arnés de fijación en su traje de vuelo para enganchar el él de forma rápida el paquete con el paracaídas, que estaba en un caja justo en el fuselaje tras la torreta... si no estaba en llamas, claro.



¿CASOS AISLADOS?

 Si bien tenemos estos cuatro casos de supervivencia, hay que recordar que durante la Guerra serían miles los aviadores que desgraciadamente no tuvieron esa suerte, y me refiero en concreto a saltar al vacío sin paracaídas, o que no pudiesen abrirlo, o que estuviese dañado. Hubo multitud de otros casos en los que si que se salvaron, porque quizá consiguieron abrir parcialmente el paracaídas, pero estos cuatro ejemplos cayeron al vacío desde 1.000 o más metros sin ellos o sin llegar a abrirlos, ni siquiera parcialmente. 
 Otro apartado serían los aviadores que cayeron desde miles de metros entre los restos de sus aparatos y lograron salvarse. Su número es sorprendente por lo abundante, así que quizá en otra entrada hablaré de los que he podido encontrar.


Fuentes:

 

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